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¿Convivir con la ansiedad o erradicarla?

Actualizado: 13 sept





Introducción

La ansiedad es la emoción más indeseada del espectro sentimental, a menudo forma parte de aquellas emociones denominadas como negativas. Esta etiqueta se asigna en función del malestar que producen la tristeza, el miedo, la ira, la envidia y la vergüenza.

Son catalogadas como negativas debido al impacto en el bienestar psicológico y físico a corto y largo plazo. En este caso el estrés crónico, es una forma de respuesta emocional negativa que puede tener efectos perjudiciales en la salud física. Desde aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares a debilitar el sistema inmunológico.

Las emociones negativas pueden influir en nuestro comportamiento de maneras que perjudican nuestras relaciones y el funcionamiento social. Por ejemplo, la ira puede llevar a conflictos en las relaciones, mientras que el miedo puede impedirnos perseguir oportunidades valiosas.

Estas emociones son intrínsecamente desagradables de experimentar. A diferencia de las emociones que etiquetamos como positivas, como la alegría o la felicidad. Creando sensaciones de placer a diferencia de las emociones negativas que pueden provocar dolor, incomodidad y desasosiego. Esta naturaleza desagradable es una característica clave de lo que las define como «negativas».


Adaptarse o morir

Las emociones negativas no son «malas» en sí mismas. Juegan un papel crucial en la experiencia humana y tienen propósitos adaptativos importantes.

  • El miedo nos ayuda a evitar peligros.

  • La tristeza puede fomentar la búsqueda de apoyo y solidaridad.

  • La ira a veces puede motivarnos a enfrentar las injusticias.

Reconocer y aceptar nuestras emociones negativas puede permitirnos comprender mejor nuestras necesidades, motivaciones y límites. Además de que procesar estas emociones de manera saludable es fundamental para el crecimiento personal y el desarrollo emocional.

Las emociones desempeñan múltiples funciones que son esenciales tanto en nuestra supervivencia como en nuestra calidad de vida. No obstante, en la actualidad no siempre parecen tener sentido.

Una crisis de ansiedad cuando debes exponerte a situaciones cotidianas no es algo que elegimos de forma consciente, pero esta sensación puede suponer nuestra supervivencia en una situación catastrófica. Hacerse el muerto en un conflicto bélico, o bien un mecanismo de bloqueo hace que algunos animales entren en un estado de parálisis.

Las cabras miotónicas representan un perfecto ejemplo de esta situación. Estos animales padecen una alteración congénita denominada como enfermedad de Thomsen, la cual produce una contracción de los músculos de manera absoluta e inmediata al entrar en pánico, lo que les provoca la parálisis.

La parálisis puede proporcionar un espacio de recuperación del animal desprovisto de ayuda para que el depredador se despreocupe, perdiendo el interés en su presa o dando espacio a la misma para escapar.

Las emociones nos preparan para dar respuesta a los estímulos de nuestro entorno, siguiendo el ejemplo de las cabras cuando el miedo activa el sistema nervioso simpático, prepara al cuerpo para la respuesta de «lucha o huida», aumentando el ritmo cardíaco, la respiración, y redirigiendo la sangre a los músculos esenciales. De hecho la paralización es una estrategia de afrontamiento orientada hacia la huida o evitación de la situación.

Emociones como la ansiedad sirven como reguladores del estrés, ya que pueden ser señales de alerta que nos preparan para enfrentar potenciales amenazas, activando sistemas de respuesta al estrés como el eje hipotalámico-pituitario-adrenal. El famoso cortisol que es tan importante en situaciones de emergencia personal o laboral.

Otra de las funciones comprende la comunicación social debido a que se manifiestan a través de expresiones faciales y del cuerpo, sirviendo como una forma de comunicación no verbal que puede indicar a los demás nuestros estados internos, intenciones o necesidades.

Algunas emociones actúan como «pegamento social» facilitando las relaciones y la cohesión social, como el amor, la empatía y la gratitud para generar espacios donde encontramos seguridad y comodidad con otras personas.

En la toma de decisiones las emociones también juegan un papel crucial al influir en la evaluación de situaciones y en cómo ponderamos tanto los riesgos como los beneficios. La tristeza, por ejemplo, puede aumentar la cautela, mientras que la felicidad hace a las personas más propensas a tomar riesgos.

La intensidad de nuestras emociones puede influir en el fortalecimiento de la formación de memorias, haciendo más probable que recordemos eventos emocionalmente significativos. Esto puede ayudarnos a evitar peligros en el futuro o a buscar situaciones que nos han resultado gratificantes.

La mejor herramienta humana de la evolución es nuestra capacidad adaptativa, incluyendo nuestra propia regulación interna. Las emociones también juegan un papel en la regulación de procesos internos, como el equilibrio hormonal, contribuyendo al bienestar general.

Emociones como el interés y la curiosidad son fundamentales para la motivación, impulsándonos a explorar, aprender, y adaptarnos a nuestro entorno.  Mejorando nuestras oportunidades de supervivencia y reproducción.

Las emociones están profundamente entrelazadas con la biología humana, no solo afectando cómo nos sentimos y comportamos en el momento sino también jugando un papel esencial en nuestra capacidad para vivir en el mundo.

El gran reto que debemos enfrentar en nuestro día a día comprende adaptarnos como especie a la evolución que nuestras emociones han experimentado, tales como los cambios en la capacidad de experimentar y expresar emociones para ayudarnos a enfrentar desafíos complejos y vivir en sociedad.


Estrés y ansiedad

La ansiedad, el estrés y el miedo son términos que a menudo se usan de manera intercambiable en el lenguaje cotidiano, pero desde una perspectiva psicológica, tienen significados específicos y se refieren a experiencias distintas. Comprender sus diferencias es clave para identificarlas correctamente y buscar el tipo de ayuda o intervención más adecuado.

El estrés

El estrés es una respuesta a una amenaza en una situación dada. Es la reacción del cuerpo a cualquier demanda o desafío. Puede ser físico, mental o emocional. El estrés puede ser causado tanto por eventos negativos como positivos (casarse o empezar un nuevo trabajo). La respuesta al estrés implica una serie de cambios fisiológicos que incluyen la liberación de adrenalina y cortisol, preparando al cuerpo para la acción, lo que a menudo se denomina la respuesta de «lucha o huida».

La ansiedad

La ansiedad, por otro lado, es una sensación de miedo, preocupación o inquietud que puede o no estar vinculada a una situación específica o evento. A diferencia del estrés, que generalmente se resuelve una vez que la situación estresante ha terminado, la ansiedad puede persistir incluso en ausencia de una amenaza externa. Puede ser vaga y difusa, sin una causa identificable. La ansiedad es considerada un trastorno cuando es excesiva y difícil de controlar, interfiriendo con las actividades diarias de una persona.

El miedo

El miedo es una emoción primaria que se siente como una intensa preocupación ante una amenaza inmediata, real o percibida. Es una respuesta emocional a un peligro claro y presente, que podría ser cualquier cosa que se vea como una amenaza a la seguridad o la estabilidad. El miedo tiene un objeto directo (algo específico a lo que se teme), mientras que la ansiedad puede ser más difusa o generalizada.

Diferencias

Las principales diferencias entre estos conceptos comprenden al estrés como una experiencia con una causa externa (una situación estresante), mientras que el miedo tiene un objeto directo (una amenaza específica), y la ansiedad puede no tener una causa externa clara y ser más interna o difusa.

Es debido a este aspecto que la ansiedad hace que puede ser prolongada, persistiendo más allá de la eliminación del estímulo inicial, a diferencia del estrés y el miedo donde las respuestas son más inmediatas a un estímulo o situación.

El estrés y el miedo son respuestas adaptativas que preparan al cuerpo para enfrentar o huir de una amenaza. La ansiedad, aunque puede tener una función adaptativa (preparándonos para posibles amenazas futuras), se convierte en problemática cuando es desproporcionada o persistente sin una causa clara.

Identificar correctamente si lo que se experimenta es estrés, ansiedad o miedo es crucial para gestionarlo de manera efectiva, ya sea a través de estrategias de autocuidado, técnicas de manejo del estrés, o buscando ayuda profesional de ser necesario.

 

La evitación de la ansiedad

Algunos profesionales desaconsejan vivir con ansiedad debido a los efectos que desencadena en el organismo a corto, medio y largo plazo. Cuando esta emoción se mantiene con una alta frecuencia en un periodo de tiempo prolongado hablamos de la influencia de factores biológicos, genéticos, ambientales o situacionales que pueden retroalimentar estos episodios. Sin embargo, conocer la teoría no es la respuesta definitiva a un problema que puede generar mucho sufrimiento.

Por otra parte, eliminar esta emoción no es posible, aunque podemos aprender a manejarla para mejorar nuestro bienestar. Esto implica desarrollar estrategias de afrontamiento para cada situación personal, al igual que aprender a aceptarla como parte de la experiencia humana.

Para algunas personas, especialmente aquellas cuya ansiedad es extremadamente debilitante o interfiere significativamente con su capacidad para funcionar en la vida diaria, el objetivo puede ser eliminarla o reducirla drásticamente.

El lado incómodo de estas vivencias es que erradicar emociones que nos desagradan solo agravaría el problema, ya que viene con un precio a pagar. En casos de elevada gravedad, existen consecuencias al intentar eliminar esta emoción con tratamientos como medicación que debería ser recetada por un profesional pero utilizada de forma particular sin seguir prescripción del facultativo o incluso intervenciones más invasivas con electroestimulación.

En el siglo XX las lobotomías y el tratamiento por electroshock fueron muy populares, pero hoy en día no están permitidas debido a sus efectos secundarios. Actualmente, aún se aplican tratamientos con electroestimulaciónse en casos graves y como última opción, con estrictos métodos de control, pero sus efectos secundarios no están definidos.

Quitar la ansiedad supondría que todo estímulo peligroso perdiera su valor como tal, sin importar las circunstancias. Casos como el de la paciente S.M. son una prueba de ello. La enfermedad de Urbach-Wiethe le provocó este efecto colateral. La afectación de la amígdala en esta patología desencadenó una ausencia completa de la emoción primaria que impulsa la ansiedad o el miedo.

Tras una experiencia donde S.M. fue amenazada por un ladrón con un cuchillo en el cuello para robarle, al mostrar ella una completa indiferencia el ladrón se sorprendió tanto que decidió desistir. Sin embargo, esta historia podría haber tenido otro final.

Esta situación no fue ni la primera ni la última con estas características debido a que la ausencia de miedo condiciona que no pueda reconocer señales sociales negativas con facilidad. Desde las expresiones de miedo en otras personas hasta el juicio inadecuado sobre la confiabilidad de los rostros de los demás. Esto ocasiona un acercamiento de forma indiscriminada a otras personas al no poder leer sus intenciones con facilidad.

En la literatura científica también existen otros casos donde se aprecian las consecuencias de vivir con un miedo y una ansiedad muy intensas. Cualquier situación donde exista una falta de homeostasis o un desequilibrio va a requerir un proceso de acomodación.

Cuando esta situación se dilata en el tiempo parece que no existen respuestas o vías que podamos tomar, recuerda que en Proyecto Kintsugi podemos acompañarte para iniciar este proceso.



María Galvez,

Psicóloga general sanitaria

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